22.8.09

“Canción sobre canción”


No escribo yo, escribe la tarde, porque hoy no hubo mañana (pero si la hubiera habido tampoco hubiera escrito ella).

Las cuerdas se cuelgan de 2 puntos, de una pared a la otra; la mía no. La mía recorre extremos que están a kilómetros, y llegan a objetos en movimiento y con sentimiento.
Sería fácil si sólo colgara vestidos de colores, floreados y bastante mojados; pero en vez de eso cuelga historias que se van escribiendo en las gotas que chorrean, al mismo tiempo que desaparecen.
En vez de eso se secan y vuelven a mojarse solas, y hasta cambian de color de momento a momento.

No necesito estirar mis brazos hacia los lados para sentirme en equilibrio. Hoy sé que no me caigo y que la cuerda no es floja, es sólo cuerda, como siempre.

Estado mental. Estado físico. Estado y provincia.

Las bicicletas blancas son las únicas que vuelan, las otras, como la mía, se pierden en las calles y en los agujeros del piso.

La sonrisa depende de mí, y de esas infinitas cuerdas que hoy atraviesan hasta la lluvia que ya casi comienza.

9.8.09

SI


y muchos más SI.

8.8.09

Gota en el vaso


No entiendo por qué la luz se prende y se apaga, pero me encantaría que se quedara encendida; escuchar la lluvia está bueno, pero verla en el suelo, creo que más.

Por fin el teclado, mis dedos chorreaban palabras ya.

Tuve que escribirlo, pero de verdad que lo creo.
¿Qué pasaría si llego antes que mis propias ideas, o peor aún, pensamientos?
¿Y si sí llegué muchas veces y sigo sin creer que los alcancé y derribé?
Creo que no cambia nada, pero por algo me habrá dejado pensando.

Mi cuerpo sube y baja cascadas, y mi mente también; otras, pero las baja y las sube.
Mi memoria está muy en el presente y por suerte sólo mira por la ventana para ver si la luz sigue encendida (y ahora justo sí).

Hasta las noches me estás dando espacio para seguir pensando, cómo si el día no alcanzara, cómo si mis dedos no tuvieran suficiente.

No conozco si existe una palabra que describa, pero sí que hay latidos, y cuántos.
El estadio gritaba y yo también, sólo que por cosas diferentes, pero en los gritos sonaban a coro y la fuerza al fin y al cabo era la misma.

Siento que me entiendo tanto que pareciera que ese hilo de los labios hoy une mi cabeza con mis manos, y encuentran un ritmo, tal vez jazzero, tal vez mariachero (del bueno).

La lluvia sigue y la luz también, tonses yo también.