
No escribo yo, escribe la tarde, porque hoy no hubo mañana (pero si la hubiera habido tampoco hubiera escrito ella).
Las cuerdas se cuelgan de 2 puntos, de una pared a la otra; la mía no. La mía recorre extremos que están a kilómetros, y llegan a objetos en movimiento y con sentimiento.
Sería fácil si sólo colgara vestidos de colores, floreados y bastante mojados; pero en vez de eso cuelga historias que se van escribiendo en las gotas que chorrean, al mismo tiempo que desaparecen.
En vez de eso se secan y vuelven a mojarse solas, y hasta cambian de color de momento a momento.
No necesito estirar mis brazos hacia los lados para sentirme en equilibrio. Hoy sé que no me caigo y que la cuerda no es floja, es sólo cuerda, como siempre.
Estado mental. Estado físico. Estado y provincia.
Las bicicletas blancas son las únicas que vuelan, las otras, como la mía, se pierden en las calles y en los agujeros del piso.
La sonrisa depende de mí, y de esas infinitas cuerdas que hoy atraviesan hasta la lluvia que ya casi comienza.